Iris Alba (1935-1993) fue una destacada diseñadora, ceramista y escultora argentina, reconocida por su influyente papel como directora de arte en Editorial Sudamericana durante los años del Boom literario latinoamericano. Nació en 1935 y desempeñó un papel crucial en la editorial desde principios de la década del 60 hasta 1976.
Tras completar su formación artística en la efervescente ciudad de Nueva York bajo la tutela del pintor pop Stuart Davis, Iris Alba regresó a Buenos Aires, donde asumió un papel trascendental al liderar el departamento gráfico de Sudamericana desde 1960 hasta 1976. Durante estos años, la editorial, que ostentaba el estandarte del idioma español a nivel mundial, se encontraba en un periodo de transformación determinante.
El mandato de Iris en Sudamericana coincidió con un momento de redefinición cultural, en el cual la editorial buscaba adaptarse a los nuevos aires de los años 60. Fue bajo la dirección de Iris Alba que Sudamericana emprendió una renovación profunda, adaptándose a las corrientes de modernización cultural y estética de la época.
Su visión singular, enraizada en la innovación y la estética contemporánea, no solo transformó la apariencia de Sudamericana, sino que también contribuyó a solidificar su posición como líder en la literatura latinoamericana. Iris no solo dirigió un departamento gráfico; fue una fuerza motriz detrás de la metamorfosis de la editorial.
Su trabajo, impregnado de un estilo psicodélico único, no solo definió estéticamente una era, sino que también trascendió la convencionalidad, aportando una dimensión visual y creativa a la literatura latinoamericana del Boom.
Con sobriedad y perspicacia, Iris Alba se erigió como una figura central en el proceso de llevar a Sudamericana hacia un futuro marcado por la seriedad y la modernidad. Su legado no solo reside en los diseños que creó, sino en su capacidad para ser la brújula que guió a la editorial en tiempos de cambio y desafío.
Iris Alba fue la mente creativa detrás de la portada original de “Cien años de soledad”, una obra maestra de Gabriel García Márquez. Aunque su diseño fue considerado “improvisado” debido a la ausencia de la obra planeada de Vicente Rojo, la portada de Alba ha resistido el tiempo y se ha convertido en un ícono reconocido. Aunque su trabajo no estuvo inicialmente firmado, su firma, abreviada como ia, fue agregada en la edición especial de 1971.
Su carrera en Sudamericana llegó a un abrupto final después de que un grupo paramilitar de la última dictadura cívico-militar argentina secuestrara a su compañero, el poeta y periodista Miguel Ángel Bustos. Tras este trágico evento, el nombre de Iris Alba fue olvidado durante mucho tiempo, hasta que Eligio García Márquez, hermano de Gabriel García Márquez, la redescubrió y destacó su contribución a través de la biografía “Tras las claves de Melquíades”, publicada en 2001.
Después de su trabajo en la editorial, Alba se vio obligada a buscar nuevas formas de expresión artística y, en la década de 1980, se sumergió en la tendencia de las cajitas de madera pintadas. Estas cajas, decoradas a mano con motivos diversos, le permitieron recuperar parte de su oficio perdido. A principios de esa década, se unió a los organismos de derechos humanos en la búsqueda de los desaparecidos, mostrando su compromiso social.
En la década de 1980, con el retorno de la democracia en Argentina, Iris Alba se convirtió en docente de diseño gráfico en las escuelas terciarias “Rómulo Raggio” en la localidad de Vicente López. Estos años de enseñanza le brindaron la oportunidad de transmitir sus conocimientos y reencontrarse con su oficio creativo.
A pesar de su fallecimiento en 1993, su legado perdura a través de su contribución única a la estética de la literatura latinoamericana y su participación en la creación de una de las portadas más emblemáticas de la historia literaria.